domingo, 12 de mayo de 2013

Reflexión acerca de la naturaleza (y humana)


Omar Adrián Serna Monsiváis
Abigail Yazmín Cruz Tenorio
 Odette Abisaí Coronado De Koster

Conciencia, relegada al inconsciente del hombre, un bien humano a veces difícil de poder reconocer. Se dice del ser humano que es el único ser vivo que puede desarrollar una conciencia de sí mismo, que puede reconocerse como hombre e identificarse con sus coexistentes. Un ser que puede reconocerse a sí mismo, quizás sea el único ser que también pueda desarrollar un pensamiento egoísta tal que le lleve a considerarse el centro del universo (local, cósmico, mediato, inmediato…). El hombre, único ser inteligente de la naturaleza, bendecido por el “hado divino” con la Razón (dudoso don).

Y así, grande como él solo, inteligente como único, me pregunto… ¿Cuánto más se necesita para que tome conciencia? A veces parecemos ir desplazándonos (si es que el término aplica, no me atrevería a usar trascendiendo) con rumbo al retroceso, si es que alguna vez hubo un auténtico avance.

Tantos pseudo avances científicos en pro de la naturaleza y alternativas saludables no serán efectivos nunca sin la adquisición de una conciencia externa y una re-conceptualización de la posición del hombre en el universo (casi digo “su” universo) sea llevada a cabo. En qué consiste ésta conceptualización; recordemos un poco aquella pirámide de Hobbes en la que el tirano se encontraba en la cúspide social, los reyes, los aristócratas y al último el oprimido pero en ningún nivel vemos al hombre y su realidad como ser contingente en una naturaleza que no conoce del todo.

Necesitamos ver al hombre sin jerarquías, tal como existe, y empezar a reconocerlo como parte del todo. Imaginémoslo en el ecosistema, bella imagen analógica del orden cósmico, dibujemos en nuestra cabeza ese diagrama en el que no hay posiciones jerárquicas sino una existencia conjunta y en red, una trama interconectada de seres – entes que dependen unos de otros para sostener su espacio-temporal, su único lapso de permanencia en el universo.

Hemos puesto al hombre en la cima del mundo y solo ha hecho llover desde la cima el oprobio y la podredumbre de su ambición desmedida; ha colocado la bandera de su raza inecuánime que oprime por igual al hermano que al animal, al mineral y al vegetal. Esa maravillosa máquina humana que elogió alguna vez Shakespeare en boca de Hamlet ha revelado su gran poder destructivo.

Quizás el primer paso para adquirir esa conciencia del colectivo sea adquirir una conciencia individual que no se escinda del hecho de que no somos autosuficientes, no somos únicos, ni siquiera somos necesarios (en un mundo cuyo devenir no se explica del todo ¿necesarios para qué?) y entonces quizás reconozcamos que el mundo, esa piedra flotante en el magno universo, es el único que tenemos y nosotros somos una minúscula partícula ínfima en esa trama celeste del universo.

Concluyo, ¿Es el hombre para el universo o es el universo para el hombre?

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